
Mas Ama a tu prójimo como a ti mismo. El amor no perjudica al prójimo.
Romanos 13:9b-10a
“Los ruidos se hicieron más intensos, el respirar más profundo, y el dolor… el dolor simplemente seguía ahí”
Las paredes comenzaron a derretirse y la señorita Gregoaw se rodaba por toda la cama con tanta desesperación, que en fracción de segundos perdió el sentido de la razón.
El cielo se opaco y comenzaron a caer gotas de agua por su rostro, y ella con la imaginación en la mano comenzaba a delirar cosas tan reales y al mismo tiempo tan abstractas, que ya nada se diferenciaba, todo torno de una manera tan confusa.
-¡Oh pobre señorita Gregoaw! - Yo la miraba desde aquella esquina donde ella acostumbraba a dejar sus recuerdos y esas frases lindas que pronunciaba cada mañana. Aquella esquina que un día las drogas se llevo.
En ese momento mi señorita Gregoaw comenzó a escurrirse por todo el cuarto, comenzó a sangrar, comenzó a gritar, comenzó a golpear, comenzó a llorar, hizo cualquier cosa que le causara daño, y yo con el miedo en los labios y el corazón en el cerebro, creí que había quedado loca, pues vi como se derrumbó y quedó como una estatua, sin sentimientos ni pensamientos, mi señorita no se movía.
-¡mi señorita! – yo le gritaba, pero ella nunca me escucho.
-¡por favor alguien ayúdeme!- pero recordé que solo estábamos ella y yo.
Nunca voy a olvidar ese momento, pues el miedo quedo atorado entre mi garganta, dejándome muda ante la realidad, mis piernas se detuvieron, mi ritmo cardiaco comenzó a acelerarse y mi cabeza… mi cabeza en ese momento estallo, pues había perdido mi otro yo que tanto quería, y que era importante en esta vida.
“En ese momento escuche la voz de mi padre gritándome, yo intente hablarle pero fue inútil, mi cuerpo ya no respondía, mi padre al verme ahí tirada, llego a una desesperación tan inmensa, que le llamo a la ambulancia, pero yo sabía que el tiempo ya se había agotado.
Al llegar al hospital, me llevaron de inmediato a urgencias. Todavía recuerdo el rostro de mi padre con cierta palidez y tomándome de la mano, me susurraba –todo estará bien.”
Al entrar a quirófano yo seguía esforzándome por seguir viviendo, pero era inútil mi cuerpo ya no podía, en ese momento mi corazón se lleno de pavor y yo corrí abrazar mi cuerpo, y le suplique que siguiéramos adelante, pero el tomo mi mano, me pidió perdón, y me dijo que era demasiado tarde.
Mi corazón se detuvo en ese momento, y yo pude sentir como se acercaba a mí la muerte. No tienen idea de cuánto llore, pues vi salir al doctor de urgencias dirigiéndose a mi padre, fue ahí cuando dio su ultimo veredicto.
-¿señor? – pregunto el doctor
-¿Cómo sigue mi hija?- pregunto mi padre.
-Lo sentimos, la señorita Gregoaw falleció de una sobredosis- contesto el doctor.
En ese momento mi padre se tiro al suelo y comenzó a llorar con tanta rabia y dolor, que no pude soportar verlo así.
-¡Oh! ¿Cómo pude haber hecho eso?- me decía a mi misma una y otra vez.
Me acurruque a su lado pidiéndole que nunca me dejara ir, pidiéndole perdón por todo el dolor que le estaba causando, pero fue imposible, pues el ya no podía escucharme.
¡Maldito ese momento! pues me aprisionó, hasta hacerme llegar al fin de mis días.
Hasta la fecha sigo arrepintiéndome, y me acurruco junto a mi padre cada noche para no dejarlo solo.
Dios te pido perdón y ampara a toda persona que lo necesite.


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